viernes, 14 de julio de 2017

PADRES LECTORES, HIJOS LECTORES

Diversos estudios han demostrado ya con creces la influencia de la extracción social, el nivel cultural o los estudios de los padres en la formación de lectores. Parámetros sobre los que a menudo hay poco margen de maniobra. Sin embargo, hay otro factor fundamental, a veces olvidado, sobre el que sí existe una cierta –o enorme– capacidad de actuación: la actitud de la familia hacia la lectura. Esta actitud es determinante a la hora de establecer la relación del niño con el mundo cultural en general y con el de los libros en particular. Por más que descarguemos en la sociedad, la enorme oferta de ocio y la escuela la responsabilidad (o culpa) de segar la afición lectora de la nueva generación, hay acciones muy sencillas que como padres y madres podemos tomar en cuenta a la hora de fomentar la lectura en nuestros hijos:
· Lee con ellos… y sin ellos: así como de padres aficionados al fútbol crecerán casi seguro hijos futboleros, los niños en cuya presencia se lee, mimetizarán lo que ven.
 · Lee en alto para ellos, aunque ya sepan leer: un cuento, un primer capítulo… lee relatos que los enamoren y ellos buscarán nuevas historias. · Lee tus propios libros, cuéntales de qué tratan y cómo te emocionó lo que hizo tal o cual personaje. Vale inventar. Y funciona de maravilla cuando los hijos son algo mayores. Es más fácil hablar de lo que a uno le preocupa cuando el protagonista del problema es alguien que no existe, y qué grandes conversaciones padres-madres-hijos permite la lectura…
· Regala libros, ve a la biblioteca, acude a la librería, participa en actividades literarias: incluye ocio lector en el tiempo de ocio; esto fomenta la relación con la lectura, trasciende las páginas de los libros y asocia experiencias placenteras al «vicio» de leer. Allí encontrarás además expertos que os ayudarán a elegir libros maravillosos.
· Crea un rincón de lectura: los espacios son importantes, un puf para sentarse, una tienda de campaña infantil (y secreta) para interior, unos adornos en la pared, una pequeña estantería con los libros expuestos y un cuenco con frutas, avellanas o algo que le guste… Le encantará sentarse allí. Pero ojo: solo vale sentarse «si vas a leer».
· Deja que elija sus lecturas: leer es un placer, y para que lo sea uno debe leer lo que le apetezca… Es inconcebible que un adulto vaya a la librería y el librero le obligue a comprar tal o cual libro; del mismo modo, uno sabe desde que tiene uso de razón qué le gusta y qué no.
 · Ayúdale a construir su propio itinerario: tu hijo elegirá qué quiere leer, pero procura –de la forma más discreta que sepas hacerlo– que vaya recorriendo un camino, que– al igual que en matemáticas pasa de la suma a la resta, y después a la multiplicación y la división– las obras que lee vayan siendo cada vez más exigentes, que sean siempre un placer… y un reto. Esto son solo algunas ideas, pero si después de la lectura fugaz de este artículo hay una sola que merece la pena recordar es la siguiente: la pregunta importante, parafraseando a Ana María Machado, no es tanto «cómo hacer lectores a nuestros hijos», sino «cómo convertirnos nosotros en lectores». Si nosotros leemos, si encontramos esa luz que nos da en los ojos un buen libro… ¡ten cuidado! Es peligrosamente contagioso.

Paloma Jover, Editora Ejecutiva de Literatura Infantil y Juvenil de SM

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